DE LOS GUIONISTAS DE
La orgía de Rasputín
Y DE LOS PRODUCTORES DE
Aquí no hay quien ladre
Llega a sus pantallas...
una fábula sobre el sentido de la vida
una explicación de por qué el mundo es como es
un resumen de la sociedad actual
Y sin más dilación
para su deleitación y deleite
La revista El Tiquismiquis en colaboración con Dibujoschorras S.A.
presenta...
EL PALOMO GILIPOLLAS
Había una vez un palomo muy especial que caminaba por la calle tambaleándose con las alas abiertas
mientras ponía cara de subnormal y hacía glo glo glo con el arrullo palomil de las palomas.
Un funesto día, dos jovenzuelos desaprensivos producto de esta sociedad enferma sumida en la influencia del reguetón encontraron muy gracioso rociar a nuestro pobre palomo gilipollas con un esprai de color rojo sin acordarse de que las palomas no entienden el habla humana cuando se les dice «pero que cierre lo ojo, loco, ay brother, pero que cierre lo ojo, hermano»
Nuestro palomo quedó rociado de esprai rojo de arriba a abajo. Se sintió más colorido y guay, pero siguió igual de gilipollas.
Sin embargo, pronto cayó en el hecho de que, desde entonces, llamaba la atención de las palomas. Estas no le quitaban el ojo de encima; y cuchicheaban y echaban sonrisitas cuando él pasaba. «¿Habéis visto qué mirada más interesante?», decían algunas. «Ay... ¿qué debe de estar pensando?», decían otras.
Nuestro palomo, que era gilipollas pero no tonto, en poco tiempo empezó a ligar como un loco y a mojar como una galleta en bebida de soja.
«Pero si no es más que un palomo gilipollas, sólo que pintado de rojo», decía alguna paloma sensata.
«Luego yo, luego voy yo», decían las palomas.
Un año después recorrían la ciudad decenas de palomas tan grises como sus cientos de miles de antepasados. Sin embargo estas iban por la calle tambaleándose con las alas abiertas, mientras ponían cara de subnormal y hacían glo glo glo con el arrullo palomil de las palomas.
No se habían vuelto rojas, sólo hacían el gilipollas.
«¿Pero se han vuelto todas las palomas tontas de repente o qué?», decía la gente. «Claro, son bichos sin inteligencia», decía una señora. En fin, me voy, que tengo que llevar a mi hija a un concierto de Justin Bieber.
F I N
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