Las envidiosas decían que no podríamos. Que en El Tiquismiquis estábamos acabadas*, que no volveríamos a publicar, que nos habían abducido los extraterrestres, silenciado los anunakis o asustado los nargles de los que nos previene nuestra santa patrona, la adorable bruja Luna Lovegood (cuyo padre publica además una revista que no es más que una copia barata de la nuestra).
Craso error. El chico de la limpieza ha hecho la limpieza, el gato sigue tirado en el sofá (y como somos supremacistas felinas ahora hay que sentarse en el suelo). Las redactoras* vuelven de vacas y el fantasma de la ex-jefa (lo último que supimos de ella es que se fue a Mallorca a hacer balconing) nos ha visitado en sueños para decirnos que a partir de ahora nos comuniquemos con ella haciendo la ouija, para darnos las instrucciones desde no sé dónde. Que luego montamos una asamblea y hacemos lo que nos sale del potorro, pero ahí está la gracia de tener al jefe: que esté de adorno.
Nos complace anunciar, además, que volvemos con material para futuros números.
Regresamos además con fuerza, parece, cuando algunas apuntaban a algo más mortífero si cabe como causa de la pasajera ausencia: que las vacaciones habían terminado con nosotras. Otro error, las vacaciones no pueden con nosotras, pues nos pasamos las convenciones sociales por el forro. No acabamos de descansar en vacaciones ni acabamos de trabajar en como se llame lo contrario; nos pasamos el año en un estadio de currovagancia tal que ni trabajamos tanto como la gente normal (ese ente abstracto...) ni estamos en el paro. Ni, como veis, nos falta tiempo para cometer alguna frikada de vez en cuando.
Hoy nos corresponde realizar una crítica literaria como no habíamos hecho en lustros. Hay que remontarse a la época de las cruzadas para ver lo más parecido a una crítica literaria que hemos hecho hasta ahora (concretamente el segundo número de El Tiquismiquis, visible aquí http://revistaeltiquismiquis.blogspot.com/2018/04/novela-encumbrada-o-mal-gusto-literario.html) pero el propósito de esta revista no es hacer reseñas serias, sino sólo entretener con lo que haya más a mano.
Hoy le toca a una novela que es el terror del crítico más amargado porque es verdaderamente difícil verle defectos. Nos hemos tenido que poner más tiquismiquis que nunca. Era imposible verle errores a esta novela, pero El Tiquismiquis lo ha conseguido. Ciento veintidós errores hemos visto en El niño del pijama de rayas, de los cuales sólo listamos a continuación cuatro, por falta de tiempo y ganas y ya puestos inspiración para justificar nuestras mentiras:
Uno - es asquerosamente perfecta; tan asquerosamente perfecta que ni siquiera da asco, conque ni siquiera podemos decir que sea asquerosamente perfecta, sino simplemente perfecta. No la leáis. Descubriríais que por una vez en la vida habéis pagado por algo que en realidad es de un valor tirando a incalculable, que algunos best-sellers merecen la pena y que no todas las cosas encumbradas y publicitadas hasta la náusea son un timo.
Dos - porque somos demasiado duras para llorar... que si no hubiéramos llorado en la parte del final; esto en realidad es bueno, que una novela te haga llorar significa que ha cumplido con su función (si era esa, y todo apunta a que sí) pero ya dijimos en el punto uno que esta novela es perfecta, o casi; en cambio el redactor jefe, que acaba de asumir dicho puesto en sustitución de la jefa, dice que pongamos aquí que al leerla ha llorado como un hombre. Pero sospechamos que es por postureo. Dice que quiere que la gente sepa lo poco que le importa que digamos que ha llorado como un hombre. Tal parece que hasta farda de sensible, pero no nos tima. Más pagar y menos tonterías.
Tres - Nos ponemos tiquismiquis y por fin decimos algo con conocimiento de causa: en la edición decimoctava hay un error de traducción. Una omisión de sujeto que duele y huele bastante a original en lengua inglesa. Del estilo del siguiente diálogo que invento a continuación:
- ¿Quién es Pepito?
- Limpia la casa.
(Traducido de "he cleans the house" y que habría sido mejor traducir por algo como "es quien limpia la casa"). En el caso de la novela, el ejemplo es sobre el Furias y su función como gobernante.
Cuatro - Y volviéndonos a poner tiquismiquis, hay un capítulo al que igual hubiera estado mejor aplicarle la maldición Avada Kedavra (es decir, quitarlo). Eso y reintegrar la poca sustancia que hay en él en los capítulos anteriores y posteriores. No diré cuál. No quiero enfrentamientos con críticos literarios de verdad.
Por lo demás se puede decir, exagerando un poco, que El niño con el pijama de rayas es perfecta. Se mete muy bien en la mente de un niño de la edad de Bruno, refleja bastante bien la época en que está situada (la Segunda Guerra Mundial) y no es un problema para nada lo sobreexplotado que seguramente está ese tema en la literatura. El libro es entretenido, te evade, te hace sentir cosas, se lee muy fácilmente y está muy bien escrito. Tiene lo justo, difícilmente sobran o faltan palabras. Es mágicamente implícita en algunas cosas truculentas que deja a la imaginación diciendo lo justo para no perder el hilo. Y en un tono en el que se respira perfección, educación, saber hacer. Sin que resulte para nada aburrido.
En conclusión: no digáis a nadie que os lo he dicho... (susurra) pero leedla. Ego Revenio dice que tiene cosas que aprender de ella y de su autor, en plan padawan literario. Por lo del universo que deja vislumbrar a cachos en El Oniródromo (https://elonirodromodehojalata.blogspot.com/). Caldo de cultivo para una historia que también dejará vislumbrar en el futuro, y también a cachos, sí.
Hostia, y volviendo al pijama... el último capítulo da un poco de mal rollo. Pero un mal rollo con sustancia y mucho arte, en plan final de 1984. Un mal rollo que, siendo una ficción que refleja una realidad... está bien como está.
Y no hay mucho más que añadir. Que el autor es irlandés, por si le interesa a alguno de mis seguidores residentes allí. Y que por tanto es un buen regalo para Ned Flanders, en cuya casa está prohibido todo lo irlandés.
Hostia, y volviendo al pijama... el último capítulo da un poco de mal rollo. Pero un mal rollo con sustancia y mucho arte, en plan final de 1984. Un mal rollo que, siendo una ficción que refleja una realidad... está bien como está.
Y no hay mucho más que añadir. Que el autor es irlandés, por si le interesa a alguno de mis seguidores residentes allí. Y que por tanto es un buen regalo para Ned Flanders, en cuya casa está prohibido todo lo irlandés.
Y sobre por qué ser nazi está mal visto (eso que poníamos en la portada de El Tiquismiquis) ... puestos a dar una respuesta, otra de tantas, la encontrarás leyendo El niño del pijama de rayas.
A partir de ahora pondremos canciones de Ego Revenio al echar el cierre. Por cierto que me ha dicho que os diga que tiene un par de temas nuevos cociéndose. Agur.
*Volvemos a recordar que usamos el plural genérico (y a veces el singular). Por feminismo. Y para distinguirnos. Y porque nos sale de ahí.
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